Cebolla

blogdedito
3 min readJan 27, 2021

Necesitaba no pensar en Maradona. Hacía varios días que se había muerto. Cualquier cosa que me distrajera. Agarré una tabla de picar que olía y se veía mal. Estaba para tirar a la basura. Ambos lados completamente rayados y, en esas rayas, andá a saber la cantidad de bacteria que la esponja no alcanzaba a limpiar. No era de calidad, pero madera es madera y además hacía mil años que la tenía. Desempolvé la lijadora y le di, primero con una hoja sesenta, después con una ciento veinte y, al final, la rematé con una bien fina. Las marcas desaparecieron. Le puse aceite con un papel toalla y el mal olor desapareció. Era una seda. Me quedé hipnotizado, mirando las vetas y cada uno de los nudos. Los conté. Entonces supe que la distracción se acababa y otra vez Maradona.

Hay gente que se acuerda poco del primer gol contra Bélgica. El tipo metió el botín en un lugar imposible para que la pelota se cuele por el mínimo hueco entre el arquero y los defensores. Tremendo, sí, pero el segundo gol tiene detalles memorables: primero, la diagonal que él mismo se inventa porque, claro, ahora la vemos en cámara lenta y la solución parece obvia pero en ese momento nadie sabía lo que iba a hacer. Valdano, Burru y, creo que Cuciuffo, lo acompañan, distrayendo a los rivales. Pasivos y expectantes. Invitados a una fiesta sorpresa. Sorpresa para todos menos para él que ya sabe que la bola va a ir al segundo palo. El arquero, pobre, apenas mueve su guante izquierdo, como indicándole el camino. Hola que tal parece que le dice a la pelota y la pelota pasa por al lado, a centímetros nomás de sus dedos inútiles. Sigamos con Diego, que da una vuelta de bailarín y luego, la no-caída más linda de la historia. Haciendo malabares para no tropezar y manchar la obra de arte. Como esos gimnastas que, después de las piruetas, se esfuerzan en caer bien parados para el puntaje perfecto. Quizás, de toda la jugada, es el revoleo de sus brazos en esa corrida final lo que me quedó grabado. Parecía que iba a salir volando. Si levantaba vuelo nadie hubiera dicho ni mu, hubiéramos gritado el gol de la misma manera, desaforados, frente al Noblex enorme de veinte pulgadas. Con la avenida de fondo, vacía pero llena de gritos. Al final Maradona no voló. En el medio de la carrera, logró estabilizarse para seguir con una sonrisa infantil, igual que la de mi viejo y la de mi hermano. ¿Quién lo hizo? preguntó mi vieja desde la cocina. Como ninguno contestaba, se apareció en el living limpiándose las manos en el delantal. ¿Quién lo hizo?, repetía mientras nosotros girábamos apretados o yo creo que girábamos. Jamás nos habíamos abrazado así. Qué bárbaro, dijo mi vieja, se dio media vuelta y seguro se fue a picar cebolla porque, de pronto, estábamos todos moqueando y tapándonos los ojos.

--

--

blogdedito

Daniel “Dito” Reschigna. Buenos Aires, 1970. Músico, pizzero. Autor de canciones y relatos.